domingo, 29 de julio de 2012

Máscaras de Paucartambo

Rodolfo Sánchez Garrafa

Hace unas pocas semanas tuve oportunidad de apreciar una bien cuidada muestra sobre Máscaras de Paucartambo, llevada a cabo del 26 de junio al 06 de julio en curso. Auspiciado por la Universidad Wiener, el evento contó con la curaduría de Isabel Palomino Arana y Harold Hernández Lefranc quien, además, es propietario de la colección de estupendas máscaras elaboradas por Mario Palomino Coll-Cárdenas, exhibidas en aquella oportunidad.


Es necesario recoger algunos datos biográficos sobre el artista. Don Mario Palomino es cuzqueño, ha cumplido 63 años. Su tronco familiar lo emparenta con la hermosa provincia de Paucartambo, famosa por su colorida fiesta dedicada a la Virgen del Carmen. Contador Público de profesión, ejerció también la docencia escolar y, probablemente, fue en ese contexto que fortaleció su vocación de transmisor de la herencia cultural recibida de sus abuelos y padres. Habiendo empezado como danzante en una comparsa de Saqra, se fue haciendo, poco a poco, primero en elaborador de su propia máscara e indumentaria y luego en confeccionista de máscaras para actores de diversas danzas populares como el Qhapaq Negro, Qhaphaq Qolla, Siklla, Maqt’a y Contradanza entre otras.

En los Andes, muchos de los personajes que integran las comparsas representan a seres tanto del supramundo (hanaqpacha) como del inframundo (ukhupacha), que si bien son extraordinarios no dejan de ser parte de la naturaleza del cosmos o pacha. En ese sentido, sólo para la comprensión occidental hablaríamos con propiedad de seres sobrenaturales o preternaturales que se relacionan con los humanos y, en general, con los habitantes de este mundo o kaypacha, pensado por quechuas y aymaras como un espacio liminal.

En esta oportunidad, se me ocurre tratar sobre los saqra (a los que se conoce como diablos traviesos) que son propiamente seres de poder procedentes del inframundo, bastante lejos del diablo o demonio cristiano. De hecho, la idea de diablo no es andina, fue incorporada a partir de la presencia europea en el territorio del antiguo Tawantinsuyo. En quechua saqra significa originalmente ser basto, contrahecho, feo, también travieso, el gato es un buen ejemplo de saqra en cuanto inquieto, sorprendente, juguetón, ágil, observador y de hábitos nocturnos. El término supay, tampoco se corresponde con el concepto de diablo o demonio cristiano, se lo utilizó por extensión a falta de un término más preciso. Supay, como registra Fray Domingo de Santo Tomás en su Lexicón se traducía originalmente por ángel, sea bueno o malo, también como trasgo de casa, esto es que concernía a espíritus de poder poseedores de inusuales habilidades, eximios en ciertas artes, una especie de δαίμων daimon griego que nada tiene que ver con atributos de calumniador, acusador, resistidor o enemigo. La idea del dualismo mazdeista que se halla en la base de la concepción cristiana del bien y del mal es distinta al dualismo de los opuestos complementarios que caracteriza al pensamiento andino.

Los rasgos de animales reconocibles que se combinan en las máscaras de saqra remiten al mundo subterráneo, de la noche, como el murciélago y el gato, a los que cantan en la oscuridad como el gallo y a los que se alimentan en el lodo o fango como el cerdo, finalmente a los que son capaces de ver fantasmas como en el caso del perro.

En el imaginario cristiano, la Virgen del Carmen premunida de un escapulario se encarga de rescatar o salvar a las ánimas del purgatorio. La Virgen del Carmen simbólicamente se ajustó bien a la idea de conductora o faro de los saqras del inframundo (ukhupacha), quienes se sienten atraídos pero a la vez cegados por la magnificente luz que la Mamacha Carmen (Madrecita del Carmen) irradia a su rededor. Es tal la habilidad de los saqra, que son capaces de caminar por los tejados, colgarse de los balcones, trepar los postes y hacer mil y una proezas de saltimbanquis. Que los saqra tienten a la Virgen no viene a ser más que una idea fantasiosa y hasta cierto punto absurda, que deriva de ciertas prédicas evangelizadoras poco afortunadas.


Los saqras forman parte de una sociedad que se homologa con la organización social humana, en cuanto jerarquizada, pues tiene a Lucifer como caporal del grupo, con capitanes y soldados a su servicio. La dualidad alcanza a esta sociedad subterránea pues una china saqra o Luzbel, es la mujer acompañante del caporal. Pequeños saqras o infantes llamados mascotas completan la comparsa. La música y el fuego son parte del sentido festivo y nocturno de la ritualidad de la fiesta de la Virgen del Carmen como evento liminal.

Mamacha Carmen. Foto Carlos Díaz

Es significativo que los saqra colaboren con los qhapaq ch’unchu, en tanto ambos grupos se asocian a la región urin, esto es a las partes bajas y profundas de la geografía andina.

La Fiesta de Paucartambo transcurre en un período bastante próximo al equinoccio de primavera. La Luna adulta debe entrar en tinku con el Sol. Las huestes del mundo de adentro muestran preocupación por la necesidad de calentar la tierra y prepararla para los tiempos de la reproducción. Los fuegos artificiales evocan el cielo nocturno estrellado y brillante.

Culebras, arañas, lagartos, y otros reptiles pequeños que ornamentan las máscaras de yeso o papel prensado de los saqra, constituyen elementos de enlace o bisagras entre espacios opuestos. Lluvia o agua del cielo, hilos o hebras que tejen las arañas lagartos que migran de las zonas oscuras y frías en busca del calor solar son recursos simbólicos eficaces del tránsito por una interfase entre mundos opuestos.

Lo dicho hasta aquí no niega que en la danza de los saqra y en la personificación de los mismos se hayan posicionado elementos ajenos al pensamiento andino prehispánico. Lo evidente es que en conjunto todas estas expresiones son parte de un discurso reinterpretativo que apela a recursos de diversas vertientes de una manera sistémica, en el que una gran estructura subyacente se conserva pese a los cambios e incluso gracias a ellos.

La fiesta en conjunto revela un proceso de intenso dinamismo, propio de la tensión de todo tinku o encuentro entre opuestos. Más que desorden lo que se desarrolla es una secuencia minuciosamente pautada que ocurre dentro de los términos deseados y previsibles. El peligro es que esto no ocurra de este modo. Todos cooperan en este intercambio de energía entre opuestos y la solución es la continuidad de la vida, la reproducción de las especies: la prefiguración de la entrada en un tiempo lunar y de calentamiento de la tierra.


Nada podría estar más lejos de la esencia de esta danza de los saqra que considerarla como una representación satírica. No hay, ni puede haber sátira desde el punto de vista andino en una representación eminentemente ritual y sagrada de acontecimientos primordiales. Tampoco hay ambigüedad, como no la hay en ningún evento ritual sagrado, salvo quizá en la participación de alguien ajeno a la verdad incuestionable del argumento representado. Decir lo contrario, sería como ponerse a hablar de la teatralidad en la comunión cristiana o en cualquier rito de iniciación ocurra donde ocurra. Es evidente que en el caso andino el uso de la máscara por los danzantes de saqra es una manipulación de poder que trasciende el tiempo y el espacio.

Vaya nuestro homenaje a don Mario Palomino Coll-Cárdenas, por hacernos pensar en el producto de sus manos sabias y con él en el tránsito de la piedad católica a la sabiduría tradicional andina.


Lima, 29 de julio de 2012.


domingo, 8 de julio de 2012

Ukumari


Rodolfo Sánchez Garrafa

Foto-artes de fondo de Carlos Bardales Rojas.


       Ukumari

             Soy oso de redonda cabeza e hirsuto pelo
             Oso de faz desconocida y andar trashumante
             En cumbres de alta montaña habité más allá
                  Del Sol.
             Cosí el día y la noche con mis manos
             El rayo fue mi aguja y los ríos mis hilos
                   De color.
             Mi primer vagido estremeció la tierra
             Mi primera palabra explotó en la boca
                 De un volcán.
             Algo de humano alborota mis venas
             Estrellas refulgen en mis ojos de semidiós
             En mis brazos potentes despiertan cantos
                                                                                    De libertad.


sábado, 7 de julio de 2012

Mi zapatilla

Luis Negrón Alonso

Trátase de un niño que tenía sólo un par de zapatillas, esas hechas de lona y planta de jebe, que ahora son de uso común entre los pobres de la ciudad y que se diseminan hacia el campo.


Para Adolfito, sus zapatillas eran el bien más preciado, las podía reconocer por ciertas marcas y señas que inscribía en diferentes partes del talón, la capellada o la punta del calzado. Con el paso del tiempo el color original que era blanco, fue adquiriendo multicolor tonalidad y pequeños diseños que la identificaban; tales como: el logo de su equipo favorito de futbol, la insignia con los colores de su colegio, los apodos de sus amigos y, en diminutas letras, el nombre de alguna compañerita del salón de educación primaria.

Las zapatillas de Adolfito eran su segunda piel, tanto que sólo se descalzaba cuando debía acostarse en el lecho que compartía con su hermanito menor. El olor a pécora era característico y se mezclaba con la consanguínea fetidez que era común a todo el ambiente familiar, en el pequeño aposento que servía de dormitorio, comedor, sala, cocina y en un extremo adyacente un inodoro hediondo.

Las zapatillas eran su segunda piel
Después de una jornada inusual, Adolfito llegó extenuado y, de manera casi automática, se descalzó sin desatar las hileras, solo empujándolas por el talón, con la punta del pie. Luego quedó abatido y profundamente dormido sobre el camastro, sin darse cuenta de lo que ocurría en su entorno.

Como era usual, el carro basurero solía pasar a las seis de la mañana cada jueves, precedido por ruidos metálicos que anunciaban su presencia, por lo que  la madre de Adolfito, de modo desacostumbrado ejecutó una rápida barrida del piso y recogió a media luz todo lo que supuestamente era sólo basura. En el cúmulo iba inadvertida la zapatilla izquierda. Los desechos fueron a parar en el carro basurero que siguió su ruta sin mayor pausa, recogiendo la inmundicia, para transportarla hasta el relleno sanitario, que estaba ubicado no muy lejos de sus viviendas.

Al despertar Adolfito, sin santiguarse ni saludar a sus progenitores se, puso a buscar su faltante zapatilla, que no la encontró en la inmensidad de la pobreza. Inquirió a su hermano por el destino de su calzado, preguntó a su padre, recibiendo respuesta negativa, indagó a su madre que tampoco le dio un indicio contundente, aunque insinuó que posiblemente por descuido la puso en la bolsa de basura que tiró en la tolva del carro basurero.

Adolfito quedó devastado, pues en su zapatilla perdida había muchos testimonios así como imágenes que no estaban inscritas en su zapatilla derecha, si bien eran zapatillas pares, en la práctica eran impares por su decoración. La congoja se apoderó de su corazón y ánima; pues, no sólo le preocupaba su desaparición, sino que no tenía reemplazo para calzarse.


Ese día Adolfito dejó de asistir a la escuela, y descalzo fue a husmear por los linderos del relleno sanitario, pues por ese sitio siempre había cosas que los trabajadores después de escoger la abundante basura, la desechaban. Pasaron las horas, el fuerte sol, la sed y el hambre lo instaban a volver a su hogar, aunque tenía el presagio de que podría encontrar su ansiada prenda, y volvió a dar un rodeo al inmenso depósito de desperdicios.

Se tornaron más iridiscentes
Súbitamente vio un pequeño haz de luz que salía del montón de basura fresca, escudriñó entre en ella y con sorpresa capturó entre sus dedos el pequeño herraje metálico con el que había decorado su zapatilla. Entusiasmado inhumó los restos. Alzó con sus dos manos un pequeño hallazgo y se lo llevó hacia el pecho, aspiró profundamente su olor, quedando convencido de la identidad de su zapatilla, la que aún no se había contaminado con la fetidez del relleno sanitario. Regocijado, se fue raudo a su casa, para calzarse nuevamente con el par que esperaba posiblemente acongojado. Al encontrarse nuevamente juntas, ambas zapatillas se tornaron más iridiscentes.

Cuzco, 06 de julio del 2012.

Sikuta


domingo, 1 de julio de 2012

Pedro y Pablo apóstoles

Rodolfo Sánchez Garrafa

Es significativo que la memoria de San Pedro y San Pablo sea celebrada el mismo día (29 de junio), atendiendo a un complejo denominador común: su reconocida condición de fundadores de la Iglesia Cristiana en Roma, el respeto que los cristianos sintieron desde los primeros tiempos por estos dos seguidores de la doctrina que predicara Jesús, el martirio que ambos sufrieron en Roma, Pedro el año 64 y Pablo el 67. Sin embargo, más allá de estos hechos exteriores, existen consideraciones de mayor profundidad que debieron haber sido definitorias al momento de erigir a ambos como los símbolos máximos de una iglesia que debía reconocerse como unida en Cristo, en otras palabras, como obra Universal.

Para empezar, hay diferencias ostensibles entre uno y otro de estos fundadores del cristianismo, diferencias de origen, de pensamiento y de acción. Pedro, un pescador judío de Galilea, fue el principal entre los Doce que vivieron con Jesús durante los tres años de su ministerio público, esto quiere decir que conoció personalmente al “Hijo de Dios”. Escogido por Jesús, primero como apóstol y luego como cabeza de la Iglesia, Pedro llegó a ser el primer obispo en Roma y, como tal, considerado Papa, esto es padre y pastor de la grey. En cuanto a Pablo, podemos decir que fue un fabricante de tiendas, fariseo siciliano pero de ciudadanía romana, no llegó a conocer personalmente a Jesús, y más bien en años posteriores a su muerte se dedicó a perseguir a los seguidores del Nazareno, llegando a experimentar de manera súbita la revelación y convertirse a la nueva fe, que ayudó a extender más allá del pueblo judío, entre los gentiles, viajando como predicador por Grecia, Asia Menor, Siria y Palestina, por lo que es considerado el “Apóstol de los Gentiles”.

De aquí se desprende que Pedro llevó las buenas nuevas entre los hijos de Israel y Pablo lo hizo principalmente entre los extranjeros. Uno se enfocó hacia adentro del pueblo “escogido” y otro se empeñó en llevar el evangelio de la salvación a los pueblos hasta entonces excluidos. Hay aquí una relación de oposición complementaria, entre un centro de poder cuya energía traducida en luz pugna por expandirse a una periferia cada vez más amplia. Pedro y Pablo son, entonces, instrumentos de un designio superior, articulado en misiones diversas. El arquitecto pone cada cosa en su lugar y en su oportunidad, así el tiempo y el espacio convergen en la construcción de una estructura arquetípica. Pedro es la piedra de los sólidos fundamentos, cuasi inconmovibles, mientras que el empeño de Pablo equivale por su parte a erigir las columnas, paredes y cúpula de la Iglesia. Lo humano, sin embargo, requiere el balance exacto, supremo, que proviene de la divinidad misma y, en ese sentido, Cristo es la piedra angular de esta Iglesia modelo. 

Las llaves del cielo
Pedro es el punto de apoyo situado en el eje de la tierra y, como tal, recibe las llaves del cielo, lo cual le hace portero, esto es punku o “pongo”. Funcionalmente, la tarea de franquear el paso de una dimensión terrenal a otra celestial es única e insustituible en lo que le compete. El propio Pablo está obligado a justificar sus hechos y obtener el pasaporte doctrinario, que llega eso sí a hacerse irresistible desde que lo refrenda la revelación o iluminación proveniente del propio Ser Supremo.  En el sistema, Pablo realiza la labor de mantenimiento homeostático que se necesita para dar respuesta a nuevos requerimientos en contextos diversos, su lenguaje llega a todos los gentiles, a todos quienes no son israelitas, Pablo se hace guía y sacerdote, los incluye en la comunidad cristiana, los busca como el viajero incansable que es. Pablo sale de la oscuridad para conducir a los pueblos hacia las montañas más elevadas, brindándoles la oportunidad de escuchar un mensaje de seguridad por la conversión, es decir, por la experiencia de vivir una transición. El don de la palabra es la espada de Pablo.

No debió ser sencilla la relación entre Pedro y Pablo, los encuentros tienen que haber sufrido la carga de una fuerte tensión que finalmente se resolvería venciendo toda suerte de sectarismos. El evangelio inculturado parece ser, en este sentido, una inspiración netamente pauliana. En los Andes, la idea de conversión serviría para distinguir eras, la del pasado o de los “antiguos” (los gentiles) y la del presente o evangelizados (los cristianos).


Tu est petrus et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam, son en latín las palabras de Cristo designando a Pedro como su vicario. Surge, et ingredere civitatem, et ibi dicetur tibi quid te oporteat facere, es el mandato que Pablo recibe en el momento de su gloriosa visión. A Pedro, un hombre simple, le estuvo reservado el privilegio de hacerse el primero entre los seguidores de Cristo. A  Pablo, un hombre ilustrado, le correspondería pasar de ser perseguidor a ser un fervoroso converso.

El filo de la palabra
Del contraste entre dos personalidades disímiles y de una fe común adquirida por caminos opuestos, advendría el carácter universal de una de las mayores iglesias proféticas que hayamos podido conocer.

Frente al drama que sufre hoy la Iglesia Católica en el mundo, podríamos decir que requiere volver los ojos hacia sus príncipes Pedro y Pablo, urgida como está de emprender una nueva evangelización de sus propias almas y quizá de sus propios pastores. 


ZEIN ZORRILLA Y LA POLÉMICA DEL INDIGENISMO Y DEL MESTIZAJE

  Juan Carlos Lázaro “Ni hispano ni indígena, sin embargo, ambos a la vez” (1), es el más reciente título de Zein Zorrilla que forma parte d...