viernes, 26 de septiembre de 2014

Estructuras simbólicas del juego infantil en el mundo andino en “¡A jugar se ha dicho!”

Rodolfo Sánchez Garrafa


El Fondo Editoral del Congreso de la República acaba de publicar el libro “¡A jugar se ha dicho! La infancia, el juego y el orden social”, compilado por el sociólogo Luis Tejada Ripalda, quien ha conseguido reunir un conjunto de trabajos de profesionales que nos ofrecen miradas particulares sobre los niños, el juego, su importancia, significado y experiencias educativas a partir de lo lúdico. El volumen comprende ensayos de educadores y especialistas como Julie Delalande, Manfred Liebel, María Emma Mannarelli, Regina Sirota, Rodolfo Sánchez Garrafa, Luis Negrón, Inés Westphalen, Marisa Horna, Alejandro Cussiánovich y Jesús Astete.

Luis Tejada Ripalda, sociólogo por la Pontificia Universidad Católica del Perú, es doctor en Sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales de París, nos dice que este libro aspira a cuestionar los “civilizados” criterios de progreso social y humano. Para él, puede decirse que el juego es un termómetro que mide la salud de un niño y que un niño que juega está sano física, mental y emocionalmente.

Una nota de prensa sobre el particular señala que en este texto se muestra al juego como la primera forma de educación, como la herramienta de formación moral y ética que modula el carácter y la ciudadanía, procura el bienestar individual y estimula la cohesión familiar y social. 

Matilde Ureta de Kaplanski, al escribir el prólogo del libro consigna: “Rodolfo Sánchez Garrafa y Luis Negrón Alonso nos entregan su artículo «Estructuras simbólicas del juego infantil en el mundo andino». Aquí vemos un modelo antropológico para el análisis del juego infantil, el mismo que plasma una imagen estructural-funcional de la actividad lúdica en contextos de interculturalidad y de bilingüismo hispano-quechua, sustentados en observaciones de campo efectuadas en el sur andino peruano, en comunidades campesinas del Cusco, Apurímac y Huancavelica. Proponen que tal vez dentro del juego se van plasmando las normas de la vida futura, como un traslado al mundo de la seriedad y de lo real, de todo aquello que el niño ya experimentó en un mundo en el que todavía las cosas no son serias, a la manera del adulto, así estaría planteada una doble perspectiva: la vida es juego; pero el juego también es vida”.

Luis Negrón Alonso y Rodolfo Sánchez Garrafa (Cuzco 2013).
Rodolfo Sánchez Garrafa y Luis Negrón Alonso reconocen dos sentidos fundamentales que la sociedad asigna a la práctica del juego, uno de ellos considera el juego solamente como un recurso de esparcimiento, de distracción, de diversión, que permite relajar la rutina de las actividades diarias; junto a esta primera concepción está la que toma el juego en su papel educador. Para situar el juego dentro de la segunda óptica, explican, hace falta conocer en profundidad el contenido ideológico de los distintos juegos que se practican en las localidades y centros educativos del ámbito nacional. Para Sánchez y Negrón, la realización de estudios que aborden esta materia puede constituir un incentivo concreto que ayude a superar una visión restringida del juego infantil, bastante generalizada entre los docentes. De hecho, el tema planteado tiene una vinculación sustancial con la formación integral de la persona, tarea que convoca no sólo a la escuela sino a todas las agencias de socialización como son la familia, el barrio, los grupos de amigos, etc. En este sentido, el papel educativo del juego infantil responde a un principio de integración horizontal, que inspira a la educación permanente.

El libro de Luis Tejada Ripalda (2014) se halla a la venta en la Librería del Congreso de la República del Perú. 330 pp. 22.5 x 15 cm. Palabras clave: Niños, infancia, desarrollo del niño, juegos infantiles, juegos educativos, terapéutica recreativa, recreación.


sábado, 20 de septiembre de 2014

APUS DE LOS CUATRO SUYOS: LA INFINITA BÚSQUEDA DEL CAMINO

Víctor Vimos Vimos*

Pretender la explicación del orden no tiene cabida sin la previa compresión del caos, pues el equilibro está fundado en la raíz del desconcierto, de donde solo puede surgir –en la medida en que esto sea posible–, una voz nítida y profunda, capaz de labrar en la piedra aquello que conocemos como verdad.


Pero también la verdad es construida en función del desafío. La misma voz que la levanta, como al pilar de la historia, se encarga de poner en crisis sus verdades, provocando con ello la expansión de sus significados originales, su posterior desborde y –para nuestra suerte–, su constante reinvención.

He aquí que la Antropología, que su método de trabajo, cobran real sentido. Pues, en tanto ciencia, basa su parte medular en una constante relectura y reescritura de su producción, teniendo como principal aliado al caos de la duda.

El hecho social, de este modo, tiene la misma dimensión del espacio y el tiempo, y como ellos, diría Spinoza “es la continuación de la existencia”. Y es capaz de ser leído con una serie de herramientas que contemplan en su ejercicio diversas posiciones para explicar la realidad.

¿Explicar la realidad? ¿En qué medida esto es posible, siendo, como pensaba Barthes, “lo verosímil nada más que una opinión”?

Rodolfo Sánchez Garrafa ha procurado, a mi entender, tener en cuenta la magnitud de esta pregunta para tejer la tesis central del libro que esta noche nos convoca: “Apus de los Cuatro suyos: construcción del mundo en los ciclos mitológicos de las deidades montaña”. Para él, la cosmovisión se legitima en una serie concreta de construcciones, acciones, pensamientos y visiones compartidas, en esencia, por los habitantes de los Andes.  

Esta forma general del pensamiento está asociada a un lenguaje que pone en diálogo el cosmos y la naturaleza, atendiendo al movimiento de cada uno para lograr una racionalidad binaria, capaz de ser cíclica en la medida en que los procesos inician y terminan, pero de ser infinita, en cuanto esos mismos ciclos dan testimonio del pasado, el presente y el futuro. En este sentido, las épocas del año, las regiones del espacio y las formas de parentesco, adquieren vital importancia en conjunto, moviéndose como un todo, en post del orden de la vida.

De esta forma, el autor esboza lo que llama su Modelo Explicativo sobre la Cosmovisión Andina. Y a partir de él, inicia un viaje a través de las manifestaciones culturales, imágenes, discursos y actitudes emitidas alrededor de los discursos míticos que envuelven a los apus Awsangate, Sawasiray–Pitusiray, Mallmanya, y Yanawanga; orientados respectivamente en el Qollasuyo, Antisuyo, Kuntisuyo, y Chinchaysuyo, es decir, en las cuatro líneas rectas imaginarias, cruzadas en ángulo recto, que dividían el Tawantin-suyu.

El rito es el terreno central para esta búsqueda. Sánchez Garrafa entiende que intentar la interpretación de la actividad ritual divorciada de su contexto de surgimiento y desarrollo, significa el silencio de su importancia global. Por eso atiende las condiciones históricas, sociales, económicas y políticas, en las que esta cosmovisión va cobrando forma propia, particularizando la relación mitológico–simbólica hasta lograr una complementariedad que muestra los hechos de la naturaleza como directamente derivados de las voluntades divinas. 

El orden especial del pensamiento que tiene lugar en este marco de comprensión jerarquiza, a partir del valor de esta complementariedad, las acciones que marcan en gran medida la cotidianidad de la sociedad andina. En la parte central de esta jerarquía, el estudio permite leer a los dioses montaña, poseedores de un poder que media entre lo humano y lo divino, y condensadores de líneas de parentesco que estrechan su relación eterna con los hombres.


Edwar Shils, en su análisis de la Ideología, propone que gran parte de la resistencia de esta en el seno social se debe a la afectividad con la que ha sido propagada. Eso, desde la lectura andina, tiene sentido pues, como propone Sánchez Garrafa, las relaciones entre los dioses montaña y los hombres están atravesadas por momentos liminales en los que el ciclo festivo condensa experiencia y pensamiento a favor de la naturaleza, logrando de esta forma representar el modo en que se viven y sienten las relaciones sociales. El apu contenedor de un espíritu que tendrá nominaciones locales, representará también para los hombres la organización territorial y el modelo, en función de principios, de la vida social. A través de él, el Hanaqpacha y Ukhupacha, serán los espacios que dialoguen y decidan el destino de los hombres.

El autor plantea un análisis dinámico, que muestra a una sociedad en movimiento constante. Ha tenido especial cuidado en esto, tratándose en parte de un estudio de estructuras simbólicas, en el que la etnografía, etnología, etnohistoria, lingüística y folclore, reclaman cada una sus espacios, a veces restrictivos. El discurso de Sánchez Garrafa atina en la utilización de cada uno de esos aportes, y entiende que la ejecución de este pensamiento está determinada fundamentalmente por la supervivencia humana. 

Víctor Vimos en su comentario crítico. Auditorio del IEP 18.09.2014.

Las fuerzas productivas, su aplicación y redistribución aparecen entonces especialmente atentas a las necesidades económicas y ecológicas de los habitantes de Los Andes, quienes en su deseo por sobrevivir utilizan, en igual media, fuerza y naturaleza, expresándolas en acciones agrícolas y ganaderas que, representan hora un inicio y un fin, y hora una consecuencia y precedente. Así la cadena de lo infinito  se vuelve tangible.

Parte importante de la mirada de esta obra pasa por el espacio que ocupa el individuo y la comunidad ante el pensamiento andino. Se identifica entonces un diálogo sostenido entre la necesidad colectiva del ritual, y el efecto personal que el mito tiene sobre el hombre. Si el ritual, como apuntaba Henrique Osvaldo-Urbano, describe la manera cómo una sociedad o un grupo enfoca su manera de ser, es porque el mito precisamente sostiene a esa identidad sujeta más allá del devenir histórico. Quizá así se pueda entender la aplicación de estos puntos de vista más allá de los alrededores de los apus en cuestión, y lograr que los aportes del investigador Sánchez Garrafa, dialoguen con las circunstancias condicionantes de la actualidad en otras latitudes de los Andes.

Parte importante de este estudio, en el que el autor reconoce la presencia de los trabajos de Zuidema y Ortiz, así como ciertas reflexiones cercanas a Hocquenghem, Ziolkowski, Sullivan y Golte, tiene que ver con las fuentes de información y su tratamiento. Entre ellas, la oralidad sobresale inmediatamente. No solo porque la construcción del mito sostenga su duración en la actividad comunicativa de la lengua, sino porque, al tratarse de un compuesto estructural–funcional, la relación entre lo que contiene y lo que es contenido tiende a particularizarse poblando su  sentido con una serie de imaginarios que hablan de la diversidad del hombre andino. Rodolfo Sánchez Garrafa, quechuahablante, vilcabambino, ha puesto el oído a disposición de la sorpresa, cumpliendo con ese sencillo pero decisivo principio del etnógrafo solitario.

Una cita con los apus y un ambiente colmado para el recuerdo.

Notable el aporte que un trabajo de esta naturaleza puede brindar a parte del debate antropológico en la actualidad. No solo por el valor del análisis con el que el autor sostiene la existencia de una visión panandina, capaz de mantener su vigencia en la necesidad que tienen los hombres por asegurar sus vidas, sino porque en la construcción de esta idea aporta al diálogo de los otros, dimensionando la complejidad del pensamiento nacido en las entrañas de los Andes, y al que el tiempo y circunstancias han sabido desoír en función de la supuesta universalidad de pensamiento que propone occidente.

A cambio, Apus de los Cuatro Suyus, nos abre la puerta para redimensionar los conocimientos que integran la explicación de la realidad andina, logrando un discurso que pone en evidencia la importancia que la naturaleza representa para el hombre, y todo el nivel de construcción mítica, ritual, religiosa y social, que se ha articulado a esta relación. La actualidad, poblada de una globalidad cada vez más agresiva, apunta sobre todo a la reproducción indiscriminada de lo monotemático. Aquí, esa reproducción se ve reducida frente a los surcos de la cultura, al sendero de diversidad que sostiene al hombre andino y que lo lleva a comprender desde una forma particular el tiempo contemporáneo.

Atender a ese pensamiento es atender a nuestra propia historia, a la autenticidad con la que ella se va contando en la institución de nuestra propia vida.

Solo así el orden. Y entonces, una vez más, el caos.

*Víctor Vimos, antropólogo por la Universidad Politécnica Salesiana de Quito-Ecuador. (Foto 1 de Carlos Bardales. Fotos del acto de presentación, Mariana Gómez).



UNA LECTURA DEL PERÚ DESDE LA COSMOPERCEPCIÓN Y LA DIALÉCTICA ANDINA

José Luis Ayala*

Este es un libro que sin duda lo hubieran querido leer con infinita unción y fervor peruanista, José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Jorge Basadre, José María Arguedas, Ciro Alegría, Luis E. Valcárcel, José Antonio Encinas, Gamaliel Churata, Uriel García, Emilio Choy, Alberto Tauro del Pino, Emilio Romero, Ernesto More, Alfredo Torero, Edmundo Guillén Guillen, Alberto Flores Galindo y Virgilio Roel Pineda, entre otros epónimos peruanistas. Se trata de un trabajo de muchos años, no solo de investigación de campo, sino de relecturas analíticas, para darle un desarrollo final coherente y sistemático, con infinita pasión humana como dice Rodolfo Sánchez Garrafa, a su “vocación por la temática relativa al pensamiento andino y estructuras simbólicas”.

No es una novedad afirmar que, hay muchos libros sobre Historia del Perú oficial y el sistema educativo con criterio neo colonial, (pero es necesario reiterarlo), escritos desde engañosas ideas ejes, cuyos argumentos se repiten para construir una visión derrotista, tergiversada, falsa y con una mentalidad pro hispana. Pero son pocos los libros como “Apus de los Cuatro Suyus. Construcción del mundo en los ciclos mitológicos en las deidades montañas”, como el de Rodolfo Sánchez Garrafa, que tratan acerca del Perú sideral, esencial, cósmico y maravilloso, desde la perspectiva de la mitología andina en relación a los orígenes y el rol milenario de los apus, paqarinas, waqas y achachilas.

Este es un tema complejo, ignorado a propósito, es también antiguo como nuevo; sin embargo, debido a la globalización sesgada y el posmodernismo impuesto, asistimos a un permanente proceso de avasallamiento y destrucción de la memoria colectiva ancestral y fundacional. La idea es acabar con el imaginario mítico-social y orígenes del Perú sideral, donde lo extraordinario es cotidiano, además, se trata de sepultar los fundamentos dialécticos de la religiosidad andina, poblada por seres vivos que hablan, se alimentan y caminan desde el tiempo del purunpacha hasta la era de los mistis o mestizos, que viene a ser oficialmente el siglo XXI. Además, dos historias pugnan por imponerse desde distintas perspectivas, la historia de los invasores dividida por épocas y la historia andina que se desarrolla por eras.

Debido a su formación académica, pero mucho más obedeciendo a sus más profundas convicciones de peruanista ejemplar, Rodolfo Sánchez Garrafa, ha escrito un libro que era necesario trabajar para responder a la falsa afirmación del “fin de las ideologías” de Francis Fukuyama. Muchos intelectuales celebraron la idea del triunfo del neoliberalismo intelectual como ideológico, pero nada es eterno y todo cambia. Quizá sin proponérselo, Rodolfo Sánchez Garrafa suscribe un libro con un sistema de signos y principios ideológicos propios, como la mejor respuesta a Fukuyama. Muchas veces el escritor, se sorprende cuando hay una distinta lectura crítica de su libro, que además de las ideas centrales analizadas, aparezcan otras que quizá no haya previsto durante su escritura.
 
Con José Luis Ayala, autor de esta nota crìtica, al término de la presentación.

Así entonces, esta noche no solo se trata de una presentación más o menos adecuada, de comentarios que es necesario hacer para que el libro sea acogido con benevolencia por una prensa que solo arroja cacosmia en las pantallas y papel impreso, todos los días. Estamos frente a un acontecimiento histórico singular y esperado durante muchos años. Rodolfo Sánchez Garrafa con “Apus de los Cuatro Suyus. Construcción del mundo en los ciclos mitológicos en las deidades montañas”, se convierte de hecho en un pensador americano, en un ideólogo quechua-aymara, en un altu misayuj, un yatiri, un kallawaya, un qaqa achachila que desde la academia habla sin academicismos repetitivos, sino más bien con sencillez, identidad y sabiduría.

Pero no es fácil resumir en pocas palabras un libro de antropología e historia social andina, sobre todo de un texto alimentado con una clara ideología descolonizante, desde una distinta cosmopercepción, destinada a replantear los orígenes del Perú. Es en síntesis una nueva relectura desde la antropología para entender lo que fuimos, lo que somos y lo que debemos ser. Resulta que no todo cuanto hasta ahora se ha dicho en referencia a los padres generadores de la vida, tenga fidelidad con los orígenes y creación del universo andino. No hay duda que la filosofía ha muerto y hemos tenido el privilegio de asistir a sus funerales. Más que cosmovisión, que es un préstamo lingüístico para ver, reconocer el mundo y el cosmos, es mucho más propio y apropiado, hablar de cosmopercepción y ese el trabajo esencial de Rodolfo Sánchez Garrafa.

Apus de los Cuatro Suyus. Construcción del mundo en los ciclos mitológicos en las deidades montañas”, es un texto denso de más de 333  páginas muy bien escritas, con trabajos de campo, testimonios orales, lecturas de crónicas como de muchísimos libros referidos al tema y con ilustraciones oportunas. Entonces, ahora vayamos al fondo del tema: El libro está dividido por razones didácticas y expositivas, en capítulos, destinados a conducir al lector para que pueda entrar a un cosmos complejo, humano y ancestral, poco conocido por la gran mayoría de lectores incluso exigentes en estos temas.

Jürgen Golte hace una adecuada presentación y afirma que los antiguos peruanos, que construyeron y constituyeron diversos pueblos y comunidades humanas, compartieron la misma percepción cósmica e interpretación dialéctica sideral, aunque en algunos lugares el lenguaje haya sido distinto, pero no el patrimonio cognitivo. Señala que después de la invasión española, muchos datos desaparecieron, de allí la necesidad de reinterpretar el pensamiento andino, pese a las variaciones del tiempo. Afirma con razón que: “La propuesta de Sánchez de hecho permite homologar con más facilidad diversas categorías que se ha considerado fundantes en la comprensión del pensamiento de Los Andes”.

El sumario es una guía para la lectura de un libro referente a la mitología y cosmopercepción, desde la perspectiva de los dioses montaña como apachetas, apus, wamanis, achachilas, pakarinas y waqas, ubicados en diversas latitudes. Lo importante es que se puede identificar a los seres humanos en relación a la naturaleza, las dificultades y bondades del medio social. Los textos del libro se alimentan de investigaciones antropológicas y concurrencia de la etnohistoria, lingüística, etnología, etnografía, folklore y literatura oral. El propósito central es desarrollar un discurso en referencia a los apus Awsangati de Quispikanchis-Cusco (Qullasuyu). Sawasiray-Pitusiray de Calca-Cusco (Antisuyu). Mallmanya de Grau y Antabamba en Apurímac (Kuntisuyu) y Yanawanga de Cajamarca (Chinchaysuyu), por medio de trabajos de campo, relecturas y apoyo de una buena cantidad de libros referidos al tema.

Aparece muy claramente la idea de identificar, descifrar y fijar la evolución del pensamiento mítico desde la tradición oral, como “leer” sus estructuras vivientes. Conocer mejor el comportamiento de las comunidades y pueblos desde la economía, así como la división de clases sociales que rigen su existencia en contacto con los apus. Llegar hasta el núcleo de los discursos míticos y entender mejor, una coexistencia de relaciones de trabajo, desde la etnografía,  instrumentos de análisis y el uso de la antropología posmoderna, son otras de sus contribuciones.
Debido a la experiencia pedagógica, Rodolfo Sánchez Garrafa, al referirse a la tradición oral y a los apus, señala que sus investigaciones antropológicas sobre estructuras simbólicas, empiezan: “A partir de la consolidación de un corpus mítico sobre Apus representativos, procuro – dice  explicar aspectos contextualizados con la cosmovisión e ideas mágico-religiosas que surgen la vida del hombre andino,  expresando su manera de comprender la naturaleza y el medio social en que se desenvuelven”. Un aspecto importante es la lectura y sistemática revisión de todos los cronistas españoles que se han ocupado de jintilares, wakas, chullpas,  achachilas, apus y apachetas. Al preguntarse “¿Qué es mito?, en ese empeño, afirma hice un señalamiento sobre los puntos de vista funcionalista y estructuralista de la antropología contemporánea, destacando las limitaciones funcionalistas que atribuyen al mito un contenido explicativo histórico”.

El libro está dividido por razones didácticas de la siguiente manera:
I.                Planteamiento y diseños metodológicos.
II.             Un modelo explicativo sobre la cosmovisión andina.
III.           Las identidades en los mitos del apu Awsangati.
IV.    Pitusiray y el tinku sexual. Una conjunción simbólica con el mundo de los muertos.
V.              El poderoso Mallmanya de los Yanawara y los Qotanira.
VI.           Yanawanka de los yanayaku, agua, vida y salud en la vertiente occidental.
VII.        La construcción del mundo y la veneración a las deidades montaña. 

Después de una lectura pausada y densa, que no se puede acometer en uno o dos días por el volumen de páginas, resulta que se aprende mucho, porque se trata de una cátedra abierta para el aprendizaje, la educación  y el debate. Pero sucede que el  lector que oficia de crítico o comentarista, se pregunta si el libro será recibido o no tal como se merece.  La respuesta es que Rodolfo ha cumplido con la tarea moral de repensar al Perú, con su antiguo compromiso de reedificar la memoria colectiva y ese sin duda uno los más grandes aciertos de su libro.
  
Y no le falta razón cuando afirma: “Para los andinos, los apus son seres de poder, intermediarios eminentes que actúan en kaypacha o interface ubicada entre los espacios fundamentales del cosmos. Las montañas o dominio de los apus constituyen, por su parte, espacios liminales entre hanaqpacha y ukhupacha. Esta concepción nativa se mantiene y se reconstruye, tanto en la estructura mitológica cuanto en los contenidos de trama argumental que conserva la tradición oral”.


El pensamiento mítico moldea y rige el comportamiento social de los seres humanos, pero además interviene la interpretación de los sueños, los presagios, el canto de las aves, la lectura de la coca, los pagos a la pachamama, a los lagos y lagunas. Todos estos rasgos culturales condicionan la sicología personal como colectiva de las comunidades humanas. La tradición oral, los relatos real maravillosos, oníricos y cosmogónicos, la lectura del universo, de la vía láctea, las voces del viento, la presencia de anchanchos, sirenas y condenados, permiten que la soledad cósmica sea asimilada sin tedio existencial ni metafísico. Pero los tres mundos como hanaqpacha (el mundo de arriba), kaypacha (la realidad cotidiana) y el ukhupacha (el mundo de adentro), están inter relacionados y unidos por una cosmopercepción que a la vez permite mitigar la pobreza social de siglos. Ese mismo sentido de unidad y diferencia territorial ancestral, es decir con la aplicación del concepto de tinku, se sustenta la división territorial en suyus: Chinchaysuyu, Antisuyu, Kuntisuyu y el Qullasuyu. Hay un cordón umbilical mítico como cosmogónico que une a las partes divididas y a la vez dialécticamente inseparables. Los apus son personas vivas y actúan como intermediarios, tienen sentimientos humanos; amarguras, tristeza y alegrías, por lo que es preciso establecer con ellos una convivencia y armonía permanente. Lo esencial es que la eternidad tiene un sentido cosmogónico.
           
Todos los conocimientos expuestos por Rodolfo Sánchez Garrafa, deberían ser asimilados por las facultades de humanidades de las Universidades Peruanas, los antropólogos, historiadores, arqueólogos, etc., etc., deberían trabajar en los ministerios de agricultura, relaciones exteriores, cultura, educación y turismo. Los embajadores  del Perú, los agregados culturales deberían hablar quechua, aymara y además las lenguas amazónicas como tener una información mínima de estos conocimientos. Los ministros de educación deberían hablar quechua, aymara y otras lenguas de los pueblos que habitan la Amazonía. Claro que estas ideas parecen peregrinas, pero llegará ese momento histórico, porque para eso se escribe esta clase de libros. Hay hechos que tardan mucho tiempo en consolidarse, pero el proceso dialéctico de descolonización de la historia sigue su curso, y ese es también uno de los méritos pedagógicos más importantes de este libro. 

El momento grato de estrechar las manos.
          
Eso ha sucedido en la literatura latinoamericana raigal y cosmogónica, Gamaliel Churata en “El pez de oro”, así como en “Resurrección de los muertos”, utilizó la cosmopercepción andina y recién durante estos últimos diez últimos años se le ha leído y comprendido, desde la academia. ¿A qué se debe el retraso de una valoración ontológica, así como la falta de ediciones críticas de sus libros? Sin duda al desconocimiento de los aportes de la antropología moderna, pero reparado en parte este hecho, se debe a la concurrencia de las ciencias sociales, de modo particular a la lingüística e interés que ha despertado el proceso de descolonización ideológica en América. Churata se ha convertido ahora en un escritor tan importante como Felipe Huaman Poma de Ayala y el Inca Garcilaso de la Vega. No ha faltado quien haya afirmado que con Churata se inicia el fin de la influencia de la filosofía occidental en la literatura latinoamericana, debido a que reivindica una forma de pensar desde la cosmopercepción, usa la escritura híbrida, la diglosia, la riqueza idiomática y simbología de las culturas quechua y aymara, para expresarse desde la célula vital, del eje a la periferia y viceversa.

Los trabajos de crítica literaria desde de la cosmogonía, el ayllu, los apus, las paqarinas, el ajayu watan, los achachilas, las wakas, la célula cósmica y movimiento circular de la vida y la muerte como los seres que analiza Rodolfo Sánchez Garrafa, permite que se impulse el proceso de estudio y decodificación literaria. ¿Qué hubiera dicho Gamaliel Churata de “Apus de los Cuatro Suyos. Construcción del mundo en los ciclos mitológicos en las deidades montañas”. Haciendo uso de la ucronia, que es una licencia válida para estos casos, seguramente que se hubiera alegrado, escrito un texto superior y no hubiera regateado en ponderar la inteligencia, el conocimiento y amor por el Perú de parte de Rodolfo.  
  
Por eso es que alguna vez habrá que escribir un ensayo referente a Rodolfo Sánchez Garrafa y a Gamaliel Churata. Hallar los siderales vasos comunicantes, la corriente cósmica sanguínea que fluye en ambos libros. Pero sobre todo servirá para entender mejor a Gamaliel Churata, al Perú esencial y cósmico. Churata permaneció desterrado durante 30 años en Bolivia y a su regreso al Perú, en Puno como en Lima, solo encontró pobreza, desprecio, marginación y odio a su genialidad literaria. Todo porque escribía con una prosa quechuizada y aymarizada, tal como hicieron en su tiempo Garcilaso y Huaman Poma. Churata encontró una sociedad adversa, cuando todavía no se había realizado la reforma agraria, ni los cambios sociales ni el ascenso paulatino de migrantes andinos a los circuitos comerciales, menos culturales e intelectuales ni académicos como ahora. 

Gratitud para todos quienes pudieron acompañarnos y para los que han de sumarse.
     
La pregunta es: ¿Qué misterioso y mágico cordón umbilical los une? El libro de Churata es un texto precursor de literatura latinoamericana no solo porque se adelantó en crear lo real maravilloso de Alejo Carpentier y realismo mágico de Gabriel García Márquez. Escribió ensayos analíticos sobre estructuralismo analítico mucho más antes que un investigador francés, del que ahora muchos de sus desencantados discípulos, no quieren saber nada de él. Pero quien lea “Apus de los Cuatro Suyus. Construcción del mundo en los ciclos mitológicos en las deidades montañas”, de Rodolfo Sánchez Garrafa, establecerá un diálogo con los primeros habitantes del Perú, con los apus, achachilas, con los jintilis que pusieron las primeras piedras de los cimentos de la eternidad y grandeza del Perú.

Gracias a la lectura de este libro, se constará que pese a más de quinientos años de destrucción cultural constante, control y sojuzgamiento del subconsciente colectivo, estamos aquí, hablamos, pesamos y escribimos en quechua y aymara. Hemos superado en parte la crueldad, el endurecimiento del poder, la coloniedad con el auxilio de la metafísica. Después del crimen cometido contra José Gabriel Túpac Amaru, sin embargo todo cambió pero el proceso histórico sigue su marcha y no se ha detenido. Bien podríamos decir ahora que tenemos el uso de la palabra,  existimos, reflexionamos por nosotros mismos y hemos empezado a recuperar una distinta manera de pensar. Ese el aporte mayor y singular de Rodolfo Sánchez Garrafa. Este libro servirá para refundar la democracia, una ideología distinta, una educación plural, servirá para refundar el Estado y la República, pero sobre todo para refundar el Perú cósmico y eterno.
(2014)
  * José Luis Ayala, escritor, ensayista e investigador de la cultura aymara. (Fotos de Carlos Bardales R.).

lunes, 1 de septiembre de 2014

¿Cómo ha podido ser el andar o la vida real de mis antepasados?

Daniel Quispe Machaca*

Sinceramente, para mí  ha sido una sorpresa en particular encontrar, leer y apreciar el reciente libro tan importante «Apus de los Cuatro Suyus», del amigo doctor en ciencias sociales Rodolfo Sánchez Garrafa y, al mismo tiempo, una satisfacción y alegría el que por fin se me haya presentado la oportunidad de fortalecer y ampliar mi conocimiento en lo que respecta a la religiosidad y cosmovisión de las culturas milenarias o andinas (Aymara, Quechua, Amazónica, etc.).

El gran libro «Apus de los Cuatro Suyos», es producto de un trabajo de investigación muy profundo, así como de análisis, propuestas y opiniones importantes. Al presente, es un aporte serio sobre todo para el mundo Andino, por contener amplia información sistematizada y argumentos explicativos muy sólidos.

La ocasión es oportuna para que un aymara con identidad –que tal me considero- deba reconocer y aplaudir al autor por la constancia, paciencia y el sacrificio puesto, superando todas las dificultades que han podido presentarse.

El autor, con mucho profesionalismo y responsabilidad se ha dado el lujo de revisar y contrastar, con bastante conocimiento, más de 275 textos de distintas épocas y de diferentes autores tanto locales, nacionales e internacionales, los cuales ha ido integrando muy bien a su trabajo de investigación. Asimismo, ha tenido que recorrer el Perú, maravilloso, pluricultural y multilingüe, una y otra vez, a fin de recopilar, ampliar e interpretar con calidad las evidencias de la tradición oral, presentándonos más de setenta y dos relatos muy valiosos; no solo eso, sino también haber efectuado muchas entrevistas y conversaciones, las mismas que ha sistematizado, analizado y examinado comparativamente considerando diferentes lugares de los cuatro suyos, espacio de por sí extenso y de complicado acceso.

El autor doctor Sanchez Garrafa con mucha humildad manifiesta sin hacer mayor bombo, que la investigación le ha demandado ocho años. Considero que ha tenido que desplegar mucho más tiempo, como es evidente por la amplitud de contenidos que comprende el libro, la profundidad y seriedad de sus hipótesis y formulaciones. De hecho, él lleva mucho tiempo interesado por el tema, puesto que ya en 1997, para graduarse como magister en Antropología por la Pontificia Universidad Católica del Perú, presentó su tesis sobre Wakas y Apus de Pamparaqay.

Soy testigo que desde la década de 1970 ha venido  realizando trabajos de campo relacionados a la educación bilingüe intercultural y antropología. En dicha época visitó el medio rural de Huatta de la provincia y departamento de Puno, en donde me desempeñaba como programador de Núcleo Educativo Comunal de Huatta.

En el Ayllu o lugar de mi nacimiento, donde pasé la gran parte de mi juventud, siempre he tenido la curiosidad y preocupación de saber cómo ha podido ser el andar o la vida real de mis antepasados. Más adelante, ésto se acrecentó con mayor razón en mis quehaceres educativos, dirigenciales y políticos. Siendo aymara e identificado con las culturas milenarias, he tenido mis dudas y vacíos en algunos aspectos, a pesar de haber practicado junto a mis abuelos y padres la sabiduría y el conocimiento ancestral, más que todo con un tío (Jacinto), invidente y Yatiri, quien nos transmitía los conocimientos de nuestros antepasados a través de narraciones y cuentos que siempre terminaban en una moraleja. Por muchos años, en lo que respecta a bibliografía, no encontré un texto convincente que pudiese cubrir mis preocupaciones.



Por lo antes dicho, estoy seguro que en materia de cosmovisión andina no hay en el momento otro texto mejor que el del doctor Rodolfo Sánchez Garrafa, y esto lo comento y opino sin temor a equivocarme, dado que los resultados del trabajo de investigación realizado en el Perú profundo y plasmados en el libro «Apus de los Cuatro Suyus» son únicos, y que por esta razón se convertirá en un libro de cabecera, en especial para los andinos y amazónicos de Perú y América.

Bueno, entre las importantes afirmaciones del doctor Rodolfo Sánchez, para los andinos es vital el hecho que los Apus son seres de poder, intermediarios que actúan en Kaypacha (el mundo de la superficie) y conectan tanto con el mundo de adentro como con el mundo de arriba. Los Apus o Achachilas como entidades espirituales eternizadas son fuentes de vida e inductores de reproducción, protectores y sanadores, otorgantes y distribuidores de agua. Se les reconoce como fundadores de pueblos o linajes y poseedores de energía vital animadora o reproductiva que bajo ciertas circunstancias compartan con sus descendientes. Estos seres de poder están jerarquizados, se vinculan por relaciones parentales e interactuan con variabilidad que caracteriza a la manera humana.

En el mundo Andino prehispánico, la relación de antepasados con sus descendientes es representada hacia arriba, y no hacia abajo como sugiere la lógica occidental. Por eso los antepasados están ubicados o pertenecen al mundo de adentro o ukhupacha y la sociedad viva habita el kaypacha, ámbito de la superficie o del presente. Es explicable entonces que los antepasados, en particular los Apus, sean identificados con las raíces de un árbol, ya que éstas pertenecen al mundo de adentro, mientras que los frutos o sociedad viva pertenecen al ámbito de la superficie terrestre.


Los Apus administran encuentros de opuestos o tinku que ocurren en las dimensiones del tiempo y el espacio. Estos encuentros reestructuran la realidad, aseguran la reproducción de los seres que pueblan el universo. La comprensión de la doble homologación de la naturaleza sobre lo social y de lo social sobre la naturaleza, permite explicar tanto la representación circular de tiempo en el mundo Andino, cuanto la representación histórica secuencial sobre el origen del presente con divinidades que permanecen atemporalmente petrificadas en la superficie y que poseen la capacidad y/o poder de actuar en el presente.

Para los ancestros, el año se dividía en dos partes: tiempo de frío y tiempo caluroso, y cada uno a su vez en dos partes: una húmeda y la otra seca, dando lugar a la cuatripartición del año que se refleja directamente en el sistema calendárico andino. La cuatripartición temporal da lugar a las estaciones, y éstas se corresponden con la cuatripartición espacial que da lugar a regiones o provincias (Antisuyo, Chinchaysuyo, Kuntisuyo y Collasuyo). Los Incas manejaron un calendario solar fijo. Contaron con un calendario que organizó el ciclo festivo religioso y social anual. Iniciando el año en el mes de setiembre y terminando en agosto. En cada mes hay rituales, especialmente en épocas de siembra y cosecha. Rituales de satisfacción de sed de los muertos en noviembre (uywa lapaka, período de sequía de los animales en crianza) y febrero (jaqe lapaka, o período de sequía de los hombres).

En el Ukhupacha (mundo de adentro) las sombras o espíritus rigen en sentido contrario el camino que hicieron en vida: nacen viejos, viven al revés, se hacen jóvenes al paso del tiempo y al llegar al límite de su envejecimiento, vuelven a nacer en el mundo de los vivos.  Los muertos no tienen memoria y retornan para visitar a los suyos, esto ocurre en Ayamarkayquilla, mes de noviembre, que coincide ahora con Todos los Santos.

Cabe resaltar que el doctor Sánchez Garrafa, seguro de su profesionalismo, dentro del marco de respeto y consideración, presenta avances a partir de propuestas iniciales de destacados investigadores como A. M. Hocquenghen y J. Golte. Sus contribuciones, desde mi punto de vista, agregan, aclaran y sugieren enmiendas sustantivas a la mirada que hasta hoy prevalece en el medio académico. Las conclusiones constan en las páginas del 330 al 332 del libro del autor.

Quiero felicitar y agradecer al autor por haberme ilustrado, y haber aclarado y reafirmado mis conocimientos sobre la cosmovisión Andina. Comprendo que, en efecto, después de la llegada de los españoles se produce una reinterpretación constante de la cosmovisión Andina, sin que la estructura básica sea cambiada radicalmente. Apus y Pachamama han sobrevivido a la evangelización cristiana. Y en muchos lugares se mantiene el culto a las deidades tutelares.

Me encanta refrescar con lo registrado ampliamente sobre las funciones de los Apus Awsangate, Pitusiray y Sawasiray, Mallmanya, Yanawanga; así como del Puma, Cóndor, Loro, Alqamari, Lechuza, Mono y en especial del Zorro.

Felicitaciones y éxitos.
Chorrillos, 31 de agosto de 2014.

(*) Abogado aymara, político, fue Diputado por el departamento de Puno, Vicepresidente del Parlamento Indígena Americano, fundador del Centro de Preservación de la Cultura y Lenguas Aymara-Quechua (CEPCLA).



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