lunes, 26 de octubre de 2015

Seres de poder trifaciales en los Andes

Rodolfo Sánchez Garrafa

Abundan representaciones iconográficas de una divinidad tricéfala celta, particularmente halladas al norte de Francia (P. Lambrechts, 1942), algunas de las cuales se remontan al siglo I a. C. y podrían constituir una especie de equivalente del Hermes griego o Mercurio latino. En el pensamiento religioso indoeuropeo se encuentra la tríada constituida por los personajes conocidos como Mitra, Varuna e Indra, cuya característica es la de representar a tres manifestaciones de una misma divinidad. Otra representación tricéfala concierne al Trimurti hindú, imagen triple de Shiva, Visna y Brahma, que se acostumbra mostrar con tres cabezas adyacentes.

Con relación a la antigüedad clásica, existen representaciones de Hécate (diosa tricéfala de los partos, adoptada por los griegos) y del Cancerbero (un cánido de tres cabezas, perteneciente igualmente a la mitología griega). Entre los pueblos germánicos del alto Medioevo se ha ubicado la creencia en un dios solar policéfalo (poseedor de tres, cuatro, y hasta siete cabezas). Se sabe pues que diversos pueblos de Oriente y Occidente, profesaron culto a divinidades multicéfalas y se considera que estas concepciones religiosas tripartitas forman parte de una muy antigua tradición que habría alimentado formulaciones posteriores como la del mito griego del rey tricéfalo Gerión, que en el sur de Iberia se enfrentó al poderoso Heracles (Hércules), inspirando más adelante las representaciones de la Trinidad cristiana.

Cuando se habla de trinidad tricéfala, en sentido estricto, se alude a una representación con tres cabezas, mientras que la trinidad trifacial es la que presenta una cabeza con tres rostros adyacentes. Es claro que ambos grupos de representaciones tienen una íntima vinculación iconográfica.

La Trinidad de Armeno (siglo XII). 

En el arte paleocristiano se confrontó tempranamente la necesidad de encontrar formas de representar visualmente la Santísima Trinidad, esto es las tres personas (padre, hijo y espíritu santo) en un solo Dios. La fusión de tres figuras idénticas encontraba fundamento en algunos pasajes bíblicos tales como el de la visita de tres varones al patriarca Abraham, aunque también en la referencia al propio Jehová en plural como el divino visitante (Génesis 18, 1-22). Esta idea de trinidad fue explicitada por San Agustín, uno de los doctores de la Iglesia, para quien Abraham “vio tres pero adoró uno solo” (tres vidit, unum adoravit). Otro pasaje bíblico (Juan 14, 9) registra que Jesús le dijo a Felipe: ¿Tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me habéis conocido? El que me ha visto a mí ha visto al Padre[…]”, abonando también la idea de varias personas en un solo dios. Es así cómo en un principio se dio paso a una ola de representaciones tricéfalas o trifaciales de la Trinidad (Ammar Majad 2008). Bien entrada la Edad Media el uso de una imagen multicéfala para referirse a la Trinidad cristiana ya era bastante explícita. Entre los siglos XII y XIII aparecieron los llamados Vultus Trifrons, cabezas de triple rostro, que por supuesto no eran meramente decorativas sino que procuraban plasmar visualmente una noción abstracta de trinidad. En la Europa central y en los Balcanes se hace común durante el siglo XIV la introducción de representaciones geométricas como el triángulo, a veces simple, y en otras complementado con esferas interconectadas.

La Trinidad, óleo de Carlos Bardales, que toma el modelo de
Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos (Museo Colonial-Bogotá)
con interpretación astronómica más andina.

Es natural que estos tipos de representaciones trinitarias se hayan extendido hacia América del siglo XVI en adelante. Las imágenes de la Trinidad tricéfala no encontraron terreno propicio y dieron pronto lugar a discusión que puso en cuestión su correspondencia con una ortodoxia interpretativa, pues era fácil su asociación monstruosa con representaciones policéfalas del demonio. Aunque resultaban menos aberrantes las representaciones trifaciales de la Trinidad, pronto fueron igualmente cuestionadas por monstruosas y heréticas. Es así cómo, finalmente, el papa Urbano VIII condenó este tipo de imágenes en 1628, decisión que fue refrendada mediante bula de 1745 expedida por el papa Benedicto XIV, en tiempos de la contrarreforma post-tridentina.

La Trinidad, anónimo cuzqueño,
siglo XVIII (Fuente: Pinterest).
Como es lógico, la condena que pesaba sobre las imágenes trifaciales de la Trinidad tardó en tener eco en los territorios de ultramar, donde se conservó la devoción, por ejemplo, a la Trinidad plasmada en el paño de la Verónica conservado en el Museo Nacional de Tepotzotlán (México, s. XVIII), y la Trinidad trifacial de anónimo cuzqueño del siglo XVIII que se halla en el Museo de Arte de Lima.

Es seguro que la imagen trifacial de la Trinidad que mayor repercusión ha tenido en las ideas religiosas populares de los Andes es la que correspondió al Señor del Gran Poder, un lienzo de la escuela popular del Collao que data de la época colonial (1663). Esta representación fue objeto de un culto popular ampliamente extendido en la Paz-Bolivia y originalmente presentaba tres rostros idénticos de Cristo que simbolizaban bastante bien la idea del dios uno y trino, constando de cuatro ojos, tres narices y tres bocas. 

Señor del Gran Poder, La Paz-Bolivia
http://www.fmbolivia.com.bo/
Los devotos andinos del Señor del Gran Poder asociaron al Cristo del centro con un ser de poder capaz de conceder favores personales; las peticiones dirigidas al Cristo de la derecha consistían en favores para terceras personas y solicitudes de perdón; en tanto que al personaje de la izquierda se recurría solicitando castigos y venganzas (Albó 1986). Hacia 1905, tiempo bastante tardío, el culto de esta imagen trifacial fue considerado “contra rito” por las autoridades eclesiásticas, habiéndose dispuesto en tal virtud que las caras laterales fuesen borradas. Medida similar fue adoptada en su tiempo con un cuadro pintado por Gregorio Vásquez, pintor santaferreño (Colombia) que fue modificado mediante un repinte de cabellos que ocultó los dos rostros laterales de Cristo. Por fortuna en 1988 la pintura original fue descubierta luego de una meticulosa eliminación de los repintes a que había sido sometida, conservándose ahora en el Museo Colonial de Bogotá.

Símbolo de la Trinidad, óleo de
Gregorio Vásquez de Arce y
Ceballos (Ca. 1685)
Hoy mismo la idea de trinidad despierta en las personas comunes sentimientos de sometimiento y reverencia a un sumo poder, con ecos mágicos, exorcistas y aún hechiceriles. Una fórmula ritual recomendada popularmente reza así: “En nombre del Padre (se hace el signo de la cruz), y del Hijo (se repite el signo de la cruz) y del Espíritu Santo (igual), Amén. Por el poder de la Santísima Trinidad, y por el poder Creador, tengo yo virtud y poder de deshacer encantamientos, ligamientos, hechizos, obsecaciones, posesiones, y todo mal dado o tirado en cualquier maleficio. Que todas las acciones de los ladrones, traidores y toda clase de enemigos, queden destruidas por mí, (decir aquí tu nombre), en virtud y poder de mi Ángel Protector y Dios el Creador. Que seamos guardados yo y mi familia, y demás personas que me quieren bien; y los enemigos y contrarios, por el poder del Creador, y por el que me dejaron el Redentor y San Cipriano, queden ligados y cortados de sus pasos, pensamientos y acciones//. Por el poder de la Santísima Trinidad y el Ángel, cuando me convenga quede invisible o multiplicado. Por el poder que tuvieron sobre el rey Faraón, José y su hermano Benjamín, quede yo siempre libre y en victoria sobre mis enemigos//. Por el poder que tuvieron San Cipriano y Santa Justina, y por la gloria, poder y virtud de San Agustín, que fue consagrado por el Redentor y la Virgen del Carmen, tenga yo también propiedad, virtud y fuerza, siendo salvado por la Cédula del Carmen, y porque soy criatura que llevo la sangre de Jesús. Amén. Todos mis enemigos queden ligados y derrotados, y el mal espíritu y su poder. Amén//. Gloria Patri, et Filio, et Spiritu Sancto... //. (Se rezan tres Padrenuestros y Avemarías a la Virgen del Carmen, para que nos dé la Cédula de Salvación. Amén.)"

Ukuku trifacial en Fiesta de Qoylurit'i (Foto de Jorge Vera, 2008).

Hemos considerado necesario este preámbulo para entender mejor una representación sui géneris de los pablitos o ukukus que concurren a festividades andinas, especialmente en el sur peruano. En la fiesta del Señor de Qoyllurit’i en Quispicanchis-Cuzco y de la Virgen del Carmen en Paucartambo-Cuzco, se han hecho presentes unos pablitos trifaciales, cuyo registro por diversos observadores es posible obtener en la web. Se trata, a no dudarlo, de una reinterpretación que apela a la cosmovisión andina y que podría permitirnos entender mejor la actitud original de los devotos del Señor del Gran Poder antes de ser repintado.

Los ukuku son personajes mitológicos de los Andes, se los considera mitad osos y mitad humanos, y como tal tienen el encargo de subir a los picos nevados para obtener bloques de hielo considerados sagrados y transportarlos hacia sus pueblos de origen. “Los ‘pablitos’, ukukus o pauluchas cubren rostro y cabeza con una máscara tejida o waqollo blanco o negro. Se abrigan con un vestido de lana negra con grandes flecos, adornado con una cruz blanca o roja en el pecho y campanitas a la altura de la cintura. Llevan un trozo de cuero con lana sobre el hombro, una pañoleta de seda de colores y un porongo de calabaza o concha colgando de su cuello sobre el pecho, a modo de instrumento musical. Calzan botines de fútbol y llevan en la mano un látigo fuerte, de cuero. Cargan consigo un muñeco de tamaño pequeño o mediano al que se conoce como ‘luichito’ o guagua (wawa, criatura)” (Ceruti 2007: 16). 

Ukukus. Uno con bigote o nariguera.
El ukuku u oso mítico tiene la virtud de sumirse en la tierra y caminar por el subsuelo, atributo chamánico que lo liga a la humedad, a las fuentes de agua subterranea que emergen en la superficie. Siendo seres del espacio interior de la tierra, que eso viene a significar ukuku, su peregrinación a la montaña sagrada de Sinaqara (Qoyllurit'i) conecta con el mito de Ttonapa relatado por Santa Cruz Pachacuti, según el cual el poderoso Ttonapa o Tunupa había expulsado a todas las wakas, ídolos e imágenes de los happiñuños, confinándolos a las regiones nevadas del Awsangate y convirtiéndolos en hielo y carámbanos (Pachacuti 1993: 212). Así pues, el ritual de los ukuku que compiten en su ascención al nevado para apoderarse de grandes bloques de nieve que luego transportan y entregan a los peregrinos, expresa simbólicamente la recuperación o retorno de las antiguas wakas desterradas por Tunupa (Sánchez 1995: 182).  

En la representación trifacial de los danzarines ukuku se pone en evidencia la concepción bipartita del universo: hanaqpacha o supramundo y ukhupacha o inframundo, así como paña o derecha y lloq’e o izquierda. La representación trifacial, es compuesta en realidad por dos caras superpuestas a manera de círculos que se intersectan y forman un espacio compartido liminal (el rostro del centro) que viene a ser kaypacha, el espacio/tiempo actual sobre el cual actúan los espacios de poder tanto astrales como ctónicos, cada uno de los cuales posee un tercer ojo. La circunstancial presencia del ser de poder en el espacio liminal es puesta de relieve en el rostro central, mediante la colocación de una cruz o chakana en lugar del tercer ojo que poseen los rostros laterales. Dadas estas observaciones, se podría afirmar con cierta lógica que la representación trifacial del ukuku se sujeta a un principio de tercero incluido.

Ukuku, un reposicionamiento en los espacios del cosmos andino.

La Cruz cristiana incorporada en la indumentaria del ukuku contiene una serie de unidades simbólicas que se distribuyen tanto a lo largo del stipes o poste que marca la verticalidad, cuanto del staurus o patibulum, puente que lo intersecta y marca la horizontalidad. Por su parte, la Chakana (cruz cuadrada andina) parece haber representado astronómicamente el curso del tiempo anual; el eje horizontal indicaría los equinoccios y el eje vertical los solsticios. Una característica es que el punto o área de encuentro entre ambos ejes es el tiempo liminal por excelencia. Ante esta imagen del ukuku trifacial no podemos menos que admirar la idea de totalidad cósmica y señalar que su aprehensión es conmovedora. El ukuku trifacial en sí mismo es consecuencia de un encuentro o tinku cósmico.

La fecha de la peregrinación a Qoyllutit’i asocia esta festividad con el equinoccio de otoño, la época en que el Sol Niño (Wayna P’unchaw) sustituye simbólicamente al Sol Viejo (Machu Inti) retirado al mundo de la noche.

Si la representación trifacial de la Trinidad pudo parecer diabólica y herética a la ortodoxia cristiana, es explicable que no haya ocurrido lo mismo a los ojos de los pobladores andinos, ante quienes todo aquello que presentase particular ventaja frente a lo común o que saliesen de su curso natural por su extrañeza de número era considerado waka y tratado con veneración y respeto (Garcilaso 2004: 148-9). En este sentido la aparición de los ukuku trifaciales resulta de algún modo un retorno o despertar de seres waka que anuncian un nuevo tiempo.

Como se puede apreciar, las representaciones simbólicas en los Andes no son manifestaciones meramente ornamentales ni menos superfluas; aunque remiten a concepciones tradicionales de una considerable profundidad histórica, se hallan en constante reinterpretación de ideas incorporadas por exigencias que emergen mediante contacto cultural.


Referencias bibliográficas

ALBÓ, Xavier
1996    Los Señores del Gran Poder. Centro de Teología Popular, La Paz.

AMMAR MAJAD, Musa
2008    Breve historia de las representaciones trifaciales y tricéfalas en Occidente. Editorial Letralia, Cagua-Venezuela. http://www.letralia.com/ed_let

CERUTI, María Constanza
2007    Qoyllur Riti: etnografia de un peregrinaje ritual de raíz incaica por las altas montañas del Sur de Perú. Scripta Ethnologica, vol. XXIX, 2007, pp. 9-35 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Buenos Aires.

GARCILASO DE LA VEGA, Inca
2004    Comentarios Reales de los Incas [1609, 1617]. A.F.A. Editores Importadores S. A. Lima.

LAMBRECHTS, P.
1942    Contributions à l´étude des divinités celtiques. Brujas.

PACHACUTI YAMQUI SALCAMAYHUA, Joan de Santacruz
1993    Relación de antigüedades desde reyno del Piru (1613). Estudio etnohistórico y lingüístico de Pierre Duviols y César Itier. Edic. IFEA/CBC, Cuzco.

SÁNCHEZ GARRAFA, Rodolfo
1995    Espacio y estructuras religiosas en los mitos de Ausangate. En Rev. Anthropologica, Nº 13. PUCP, Lima.


martes, 6 de octubre de 2015

El mundo poético

Alejandro H. Villagra*

Estas líneas fueron escritas con todo aprecio y admiración, en homenaje a nuestro poeta Rodolfo Sánchez Garrafa.

El mundo poético es similar a lo ocurrido en el espacio y en el tiempo físico conocido por el hombre: es una gran explosión de vida que por millones de eones ha modelado y transformado el insondable y asombroso multiverso. Sin lugar a dudas, la Poesía es principal Musa entre las Bellas Letras. Como ser expresivo su historia mítica es común a Todos los Pueblos. Ángel y Demonio cómplices de la Música y de la Danza. Abismo de Belleza y Fealdad. Fiesta de todos los Sentidos, Himno de todos los descubrimientos, apología de todas las cualidades y virtudes humanas.


Esta Musa legendaria como fuente de revelaciones, es también un periplo peligroso, emocionante y revelador. Semejante a un camino interminable, la canción de la Musa, que el Poeta interpreta desde el oficio, el padecimiento y la humildad, nutre a los novelistas, a los cuentistas, a los filósofos. «La Poesía Eres Tú, Soy Yo». La Poesía es el Pan del Pueblo, es el vino de los rebeldes. Es pues universal: en los Andes, en los Pirineos y los Alpes, en el Himalaya. Su lenguaje es un arca ancestral de necesidades, placeres y últimos alientos. procreadora de vida, principio de organización, manifestación del Conocimiento y de la comprensión, la poesía es un acto absoluto de virtud, de impulso, de latencia. Toda la Literatura entonces necesita un Corazón Vital que haga circular la preciosa sangre por su organismo, su sistema, su universo. Pero la poesía sólo admite a los mejores bardos, cantores y trovadores para su ejercicio. La perfección exige un tributo, un alto sacrificio, tal vez el más cruel de las exigencias: una actividad obsesivamente imparable, delirante, la búsqueda de una redención sacra.

El poeta es un explorador de mundos, es un chamán, un Semi-Dios, un héroe-anti-héroe. El mundo de la poesía es este orbe y también todas las otras esferas que existen en el Cosmos. En el reino de la imaginación, fecunda y salvaje, el poeta indaga, especula, expresa y finalmente declama y comunica lo que sus diversos sentidos le han permitido asir de los Mundos por él atisbados, descubiertos, manifestados. En la experiencia antropológica total este Héroe-Anti-Héroe colecciona todos los hechos y acontecimientos del Corazón, de la Razón y del Espíritu humano: así pues nacen criaturas, surgen imperios, se practican mitos y ritos, brotan sentimientos y formas de pensar, se desvelan los miedos y los terrores, las tecnologías provocan avances impensados, se originan las reflexiones, erupciona el Amor y el Odio, las alegrías y las realizaciones proporcionan mayores esperanzas y anhelos, la Humanidad practica el lenguaje en cada acto, en cada aspecto, en cada área de su actividad incesante. 


En la experiencia antropológica total este Héroe-Anti-Héroe selecciona, asimismo, todos los hechos y acontecimientos de la Naturaleza, de lo Inmaterial y de lo Material: mueren los individuos en sus ciclos naturales, desaparecen en la Multitud de sus generaciones y lo mismo en sus estados permanentes de peregrinaje, lo Sagrado y lo Profano se evidencian en la mente de los Seres Humanos, el Caos y el Orden producen Creación y Destrucción, las sombras del Desamor se extienden por las tardes, las Ausencias procrean líneas de vivencias marcadas por la Nostalgia y la Melancolía, el pensamiento se detiene en el Reino de los Muertos, en la poderosa arquitectura que evidencia en forma iconoclasta que somos ínfimos, efímeros, falibles. Así pues el poeta es un ser imprescindible, y por serlo es único e imperecedero, misterioso y asombroso. El poeta es la posibilidad de hallar nuevos mundos para habitarlos en armonía, con la belleza y la fraternidad a favor de todos los tiempos: el pasado, el presente y el futuro.

Cuzco, mayo de 2014.

* Alejandro Herrera Villagra, Licenciado en Educación, Maestro en Historia y Antropología Social, doctorando en Historia por la Universidad de Chile.


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